Dos sueños profundos. En uno conocía a la familia de un hombre rubio y muy alto. Su hermana era morena de cabello negro y muy rizado. Ella me decía que esperaba que él quisiera ser mi esposo. Los ojos de él eran muy azules. La familia estaba por empezar a comer, una gran mesa con muchos platillos diversos sobre ella. Yo me quería despedir de cada miembro de la familia porque ya me iba pero la hermana me decía que no hacía falta.
Segundo sueño. Regresaba de una beca en la que fui a dar clases a Canadá. Había traído todo de regreso. Tenía que rendir cuentas ante una funcionaria de la UNAM, que en realidad estaba en las oficinas del MAS. Eran dos cajas enormes de trabajos realizados con mis alumnos. Uno era de textiles, hermosísisismos. También había máscaras. Yo estaba preocupada porque no sabía qué clases había dado allá. Lo había olvidado todo. Pero recordaba que eran de Historia del Teatro. Dos chicas francesas me ayudaban con las cajas. Había también basura en ellas. Yo quería quedarme con los textiles porque no entendía para qué los querían para el informe. Imaginaba que podía hacer unos manteles o cortinas o cobijas bellísimos con ellos. Me dejaban esperando y al final las cajas se vaciaban.
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