Un
recorrido histórico por las últimas transiciones del gobierno mexicano
Nuestro
país está en las puertas de que un nuevo gobierno realice una transición que
muchos pensaron no ver. “Nunca pensé ver a un gobierno de izquierda en el
poder,” me comenta un taxista. El país está dando un giro que muchos han
esperado con ansias.
Se
trata de una época muy contrastante para América Latina. Mientras que en Brasil
la ultraderecha ha ganado de manera contundente las elecciones, México se
prepara desde agosto para hacer una transición hacia un gobierno de izquierda.
Es una gestación lenta la que gira el péndulo de la Historia hacia Morena.
Crecí
en los tiempos en que en la primaria te enseñaban que el Porfiriato había sido
una época terrible para México definida por la “dictadura de Porfirio Díaz”. El
20 de noviembre de 1910 significaba entonces la verdadera llegada a la libertad
y la democracia en nuestro país. Las monografías de la papelería y los libros
de la SEP te enseñaban a Madero como un mártir. Ganador irrefutable de la
Revolución que había mandado a Díaz al exilio y a quién Huerta había martirizado
(y eternizado) al fusilarlo con Pino Suárez detrás de Palacio Nacional.
Villa
y Zapata eran figuras de la Revolución, pero los libros de texto no incluían
nada acerca de la confusión que se vivió después del derrocamiento de Huerta.
Carranza aparecía como el último héroe inmortalizado en algunos billetes y por
haber consolidado la Constitución de 1917. Y ahí se acababa la clase de
Historia en la primaria y la secundaria. Nunca se hablaba de cómo Calles consolidó
el Maximato ni como es que estábamos viviendo esa “dictadura perfecta” del PRI
durante décadas. Era algo que no se cuestionaba, aunque en las sobremesas sí se
discutía de política sobre todo si alguna crisis económica caía sobre las
espaldas de los mexicanos. Y esto se volvía cada vez más frecuente.
Los sexenios que marcaron el cambio
El
cambio comenzó a gestarse en la década de los ochenta. Las elecciones de 1988
en México fueron sorprendentes. Un grupo disidente del Partido Revolucionario
Institucional se escindió del partido que llevaba años en el poder y lo
desafió. Se habló en aquel entonces que habíamos vivido un fraude electoral.
Esto cimbró al país. Se sabía que el único partido ganador había sido el PRI
por décadas. La diferencia fue que le hizo falta un fraude para llegar a la
Presidencia de la República.
Recuerdo
escuchar a mi tía gritarnos para que corriéramos al cuarto de la televisión. Yo
tenía 15 años y todavía no teníamos Internet ni celulares. Mis primos y yo nos
sentamos frente al aparato. “Este es un momento histórico,” decretó. Y así lo
fue. Carlos Salinas de Gortari asumía la Presidencia con más de media Cámara de
Diputados vacía. El balance estaba dándose de alguna manera, quizá de la única
forma que nuestro país podía hacerlo sin enfrascarse en una guerra civil,
temida por la clase media. El sistema comenzaba a erosionarse.
Luego
los mexicanos vimos nacer al Instituto Federal Electoral y se nos aseguró que
esa institución velaría por nuestro voto. Algunos analistas reconocen que el
PRI tuvo la lucidez de abrir camino para no perder todo su poder. El IFE no
tuvo efectos inmediatos. En 1994 volvió a ganar el PRI. El Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (EZLN) había sido escuchado el 1º de enero en todo el
mundo, pero al parecer no en México. Esto hizo que muchos se encogieran de
hombros y suspiraran, creyendo que jamás verían el cambio.
Para
las elecciones del 2000, yo ya tenía credencial para votar. Era un credencial
nueva. No había votado en las elecciones anteriores porque crecí pensando que
nada cambiaría. Pero el cambio del milenio trajo consecuencias en la mentalidad
de muchos. Recuerdo que mi papá me habló por teléfono para decirme, “Hay que
lograr un cambio. Si no es ahora, no será nunca.” Entonces sí salí a votar,
porque además estaba feliz de haber llegado, no a un nuevo siglo, ¡sino a un
nuevo milenio que me permitiría elegir a mis gobernantes!
Los
resultados fueron menos optimistas que mis pensamientos. Vicente Fox,
abanderado del PAN, ganó las elecciones y la transición al partido de derecha
mexicano se dio de forma pacífica. Setenta años de gobierno priísta llegaban a
su fin. Sin embargo, Fox no dio el ancho. Había resultado novedoso y hasta
simpático en su campaña, pero otra cosa era tomar las riendas de un país
complejo y diverso como México.
Para
el 2006 ya no se sentía la magia en el aire que el cambio de milenio había
pronosticado. Para muchos, esas elecciones serían la verdadera prueba de fuego.
¿Regresaría el país al PRI? ¿Optaría por seguir con el PAN y repetir el camino
de lo seguro? ¿Apostaría a la izquierda y al buen desempeño que López Obrador
había demostrado durante su gobierno como regente de la Ciudad de México?
Yo no
voté porque no creía en ninguna opción. Sin embargo, los resultados fueron
cerrados como nunca. El PAN de Felipe Calderón ganó por medio punto al PRD de
López Obrador. Todo México contuvo el aliento (incluida yo, que no había
votado). La contienda se cerró en 35.89% del PAN contra 35.31% del PRD. El PRI
quedó en tercer lugar con 22% de los votos.
El
sexenio de Calderón resultó desafortunado. Las críticas más constantes se
centraban en resaltar que a los panistas les faltaba experiencia (después de 70
años de dictadura priísta a todos los demás partidos les faltaba experiencia).
Era raro que se hablara de lo que ocurría al nivel de todo lo que es una
democracia. Nadie mencionaba lo que pasaba a nivel de los poderes legislativo y
judicial, de las alcadías, los gobiernos estatales, de los municipales. Parecía
que de alguna manera México seguía inmerso en un sueño dictatorial donde el
poder ejecutivo seguía como capitán único del barco.
Para
el 2012, los votos entre PRI y PAN se invirtieron, dando la victoria a Enrique
Peña Nieto. Las elecciones fueron reñidas: el PRI quedó con 38%, el PRD con 31%
y el PAN con 25%. Sin embargo, en este sexenio la balanza electoral favoreció a
muchas minorías en diferentes puestos de elección popular. Tuvimos unas Cámaras
más diversas y la riña de gobernaturas en los estados fue realmente
heterogénea. También aparecieron candidaturas independientes impulsadas por la
ciudadanía y muchas más mujeres en puestos de poder.
La izquierda al poder
Este
año marca una transición que marcará con seguridad el futuro de nuestro país.
López Obrador quedó en primer lugar de las elecciones con 53% de los votos.
Parece ser que esta nueva generación que votó por primera o segunda vez tienen
mayor claridad para el futuro de su país.
Se
comienza a escribir la historia de la democracia, de la pluralidad, de las
voces que se callaron (o fueron calladas) durante tantas décadas. Los desafíos
que enfrentará este nuevo gobierno (y cómo los enfrente) definirán el rumbo de
México. No son pocos ni insignificantes: la violencia y los asesinatos impunes,
las caravanas migrantes que ingresan en estos momentos al país, el gobierno de
Trump y su renegociación de los tratados de comercio. Yo solo espero que la
pluralidad del poder sea capaz de sustentar congruentemente los siguientes seis
años de su gobierno.
Bibliografía
Redacción.
(20 de 08 de 2018). Inicia la transición. Obtenido de Animal Político:
https://www.animalpolitico.com/2018/08/inicia-la-transicion-amlo-defiende-sus-proyectos-epn-dice-que-respetara-las-acciones/
Schamís,
H. E. (27 de 02 de 2018). Breve historia electoral de México. Obtenido de El País:
https://elpais.com/internacional/2018/02/25/america/1519525220_091408.html