lunes, 29 de octubre de 2018

La izquierda llega a la Presidencia de México


Un recorrido histórico por las últimas transiciones del gobierno mexicano

Nuestro país está en las puertas de que un nuevo gobierno realice una transición que muchos pensaron no ver. “Nunca pensé ver a un gobierno de izquierda en el poder,” me comenta un taxista. El país está dando un giro que muchos han esperado con ansias.
Se trata de una época muy contrastante para América Latina. Mientras que en Brasil la ultraderecha ha ganado de manera contundente las elecciones, México se prepara desde agosto para hacer una transición hacia un gobierno de izquierda. Es una gestación lenta la que gira el péndulo de la Historia hacia Morena.
Crecí en los tiempos en que en la primaria te enseñaban que el Porfiriato había sido una época terrible para México definida por la “dictadura de Porfirio Díaz”. El 20 de noviembre de 1910 significaba entonces la verdadera llegada a la libertad y la democracia en nuestro país. Las monografías de la papelería y los libros de la SEP te enseñaban a Madero como un mártir. Ganador irrefutable de la Revolución que había mandado a Díaz al exilio y a quién Huerta había martirizado (y eternizado) al fusilarlo con Pino Suárez detrás de Palacio Nacional.
Villa y Zapata eran figuras de la Revolución, pero los libros de texto no incluían nada acerca de la confusión que se vivió después del derrocamiento de Huerta. Carranza aparecía como el último héroe inmortalizado en algunos billetes y por haber consolidado la Constitución de 1917. Y ahí se acababa la clase de Historia en la primaria y la secundaria. Nunca se hablaba de cómo Calles consolidó el Maximato ni como es que estábamos viviendo esa “dictadura perfecta” del PRI durante décadas. Era algo que no se cuestionaba, aunque en las sobremesas sí se discutía de política sobre todo si alguna crisis económica caía sobre las espaldas de los mexicanos. Y esto se volvía cada vez más frecuente.

Los sexenios que marcaron el cambio

El cambio comenzó a gestarse en la década de los ochenta. Las elecciones de 1988 en México fueron sorprendentes. Un grupo disidente del Partido Revolucionario Institucional se escindió del partido que llevaba años en el poder y lo desafió. Se habló en aquel entonces que habíamos vivido un fraude electoral. Esto cimbró al país. Se sabía que el único partido ganador había sido el PRI por décadas. La diferencia fue que le hizo falta un fraude para llegar a la Presidencia de la República.
Recuerdo escuchar a mi tía gritarnos para que corriéramos al cuarto de la televisión. Yo tenía 15 años y todavía no teníamos Internet ni celulares. Mis primos y yo nos sentamos frente al aparato. “Este es un momento histórico,” decretó. Y así lo fue. Carlos Salinas de Gortari asumía la Presidencia con más de media Cámara de Diputados vacía. El balance estaba dándose de alguna manera, quizá de la única forma que nuestro país podía hacerlo sin enfrascarse en una guerra civil, temida por la clase media. El sistema comenzaba a erosionarse.
Luego los mexicanos vimos nacer al Instituto Federal Electoral y se nos aseguró que esa institución velaría por nuestro voto. Algunos analistas reconocen que el PRI tuvo la lucidez de abrir camino para no perder todo su poder. El IFE no tuvo efectos inmediatos. En 1994 volvió a ganar el PRI. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) había sido escuchado el 1º de enero en todo el mundo, pero al parecer no en México. Esto hizo que muchos se encogieran de hombros y suspiraran, creyendo que jamás verían el cambio.
Para las elecciones del 2000, yo ya tenía credencial para votar. Era un credencial nueva. No había votado en las elecciones anteriores porque crecí pensando que nada cambiaría. Pero el cambio del milenio trajo consecuencias en la mentalidad de muchos. Recuerdo que mi papá me habló por teléfono para decirme, “Hay que lograr un cambio. Si no es ahora, no será nunca.” Entonces sí salí a votar, porque además estaba feliz de haber llegado, no a un nuevo siglo, ¡sino a un nuevo milenio que me permitiría elegir a mis gobernantes!
Los resultados fueron menos optimistas que mis pensamientos. Vicente Fox, abanderado del PAN, ganó las elecciones y la transición al partido de derecha mexicano se dio de forma pacífica. Setenta años de gobierno priísta llegaban a su fin. Sin embargo, Fox no dio el ancho. Había resultado novedoso y hasta simpático en su campaña, pero otra cosa era tomar las riendas de un país complejo y diverso como México.
Para el 2006 ya no se sentía la magia en el aire que el cambio de milenio había pronosticado. Para muchos, esas elecciones serían la verdadera prueba de fuego. ¿Regresaría el país al PRI? ¿Optaría por seguir con el PAN y repetir el camino de lo seguro? ¿Apostaría a la izquierda y al buen desempeño que López Obrador había demostrado durante su gobierno como regente de la Ciudad de México?
Yo no voté porque no creía en ninguna opción. Sin embargo, los resultados fueron cerrados como nunca. El PAN de Felipe Calderón ganó por medio punto al PRD de López Obrador. Todo México contuvo el aliento (incluida yo, que no había votado). La contienda se cerró en 35.89% del PAN contra 35.31% del PRD. El PRI quedó en tercer lugar con 22% de los votos.
El sexenio de Calderón resultó desafortunado. Las críticas más constantes se centraban en resaltar que a los panistas les faltaba experiencia (después de 70 años de dictadura priísta a todos los demás partidos les faltaba experiencia). Era raro que se hablara de lo que ocurría al nivel de todo lo que es una democracia. Nadie mencionaba lo que pasaba a nivel de los poderes legislativo y judicial, de las alcadías, los gobiernos estatales, de los municipales. Parecía que de alguna manera México seguía inmerso en un sueño dictatorial donde el poder ejecutivo seguía como capitán único del barco.
Para el 2012, los votos entre PRI y PAN se invirtieron, dando la victoria a Enrique Peña Nieto. Las elecciones fueron reñidas: el PRI quedó con 38%, el PRD con 31% y el PAN con 25%. Sin embargo, en este sexenio la balanza electoral favoreció a muchas minorías en diferentes puestos de elección popular. Tuvimos unas Cámaras más diversas y la riña de gobernaturas en los estados fue realmente heterogénea. También aparecieron candidaturas independientes impulsadas por la ciudadanía y muchas más mujeres en puestos de poder.

La izquierda al poder

Este año marca una transición que marcará con seguridad el futuro de nuestro país. López Obrador quedó en primer lugar de las elecciones con 53% de los votos. Parece ser que esta nueva generación que votó por primera o segunda vez tienen mayor claridad para el futuro de su país.
Se comienza a escribir la historia de la democracia, de la pluralidad, de las voces que se callaron (o fueron calladas) durante tantas décadas. Los desafíos que enfrentará este nuevo gobierno (y cómo los enfrente) definirán el rumbo de México. No son pocos ni insignificantes: la violencia y los asesinatos impunes, las caravanas migrantes que ingresan en estos momentos al país, el gobierno de Trump y su renegociación de los tratados de comercio. Yo solo espero que la pluralidad del poder sea capaz de sustentar congruentemente los siguientes seis años de su gobierno.

Bibliografía

Redacción. (20 de 08 de 2018). Inicia la transición. Obtenido de Animal Político: https://www.animalpolitico.com/2018/08/inicia-la-transicion-amlo-defiende-sus-proyectos-epn-dice-que-respetara-las-acciones/
Schamís, H. E. (27 de 02 de 2018). Breve historia electoral de México. Obtenido de El País: https://elpais.com/internacional/2018/02/25/america/1519525220_091408.html







martes, 16 de octubre de 2018

Lucy y los cuentos para la infancia

Un alumno mío me dedicó una columna y la verdad, le estoy sumamente agradecida. Trata sobre el cuento de Ricardo Bernal en el libro de Lecturas de 5o año de la SEP. La puedes leer acá:
http://neotraba.com/la-polemica-lucy-monstruo/

sábado, 6 de octubre de 2018

Sueño del 5 al 6 de octubre de 2018


Sabía que N. o M. se cortaban los brazos y luego se los cosían. Estaba(n) mala(s) de la sangre y su trabajo ya no les pagaría el seguro. Se cortaban a nivel del antebrazo y se cosían con un hilo amarillo los pedazos de nuevo. El dolor las hacía sentir bien. Yo estaba horrorizada. No entendía qué pasaba y porque nadie sabía que les quedaba tan poco tiempo de vida y no había nada por hacer. Ellas andaban tranquilas y era yo quien le tenía que platicar todo esto al resto del sindicato.